Leamos lo que dice Lucas 17,7-10, en relación a la opinión de Jesús sobre la esclavitud:
«¿Quién de vosotros tiene un esclavo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: “Pasa al momento y ponte a la mesa?” ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?”. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer».
Del pasaje anterior se deduce que Jesús está de acuerdo con la esclavitud, solicitando al esclavo que le prepare algo de cenar. No arguye que quiere abolir la esclavitud; todo lo contrario, la ve como algo normal e incluso la usa como parábola con los suyos.
¿Por qué he de extrañarme? ¿Acaso el Jesús histórico tiene algo que ver con el hippie pacifista que siempre nos han querido vender? Nada, por supuesto. Y en este pasaje se vuelve a ver cómo Jesús, lejos de ser un portador de amor, se comporta como un negrero al aceptar y reconocer la esclavitud.
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