Palestina formaba parte de la región conocida en la antigüedad como Canaán, donde se encontraban los reinos de Israel y de Judá. En sus orígenes el término «Palestina» designaba un territorio del sur de Canaán, del cual una pequeña parte lo ocupaba el pueblo de los filisteos.

Los canaanitas, fenicio-canaanitas e israelitas, entre otros, se habían establecido en el área desde hacía largo tiempo. Se cree que los filisteos llegaron a la región hacia finales de la Edad de Bronce, alrededor de 1276 a.C. y se establecieron en la llanura costera meridional del Mediterráneo, más tarde conocida como Filistea.

Según registran los textos mesopotámicos y asientos comerciales hallados en Ebla y Mari, desde fechas tan lejanas como el siglo XVIII a.C. la región completa recibía el nombre de «Canaán». Por el contrario, el término «Palestina» no aparece plasmado en documento alguno hasta el siglo V a.C, momento en que Heródoto lo menciona en sus Historias. Después de Heródoto el término «Palestina» se empleó para designar la totalidad del espacio que con anterioridad se conocía como Canaán.

Este sería el territorio con el que se hizo Roma, tal y como aparece incluso en los textos bíblicos. Hacia la época en que aparecieron los romanos el territorio se conocía desde mucho antes como Judea, término tomado del antiguo reino de Judá destruido por los babilonios. Aunque además se aludía al territorio como Palestina, tras la revuelta de Bar-Kochba ocurrida entre 132 y 136 d.C., el emperador romano Adriano, con el propósito de escarmentar al pueblo judío por su insurrección, le puso el nombre de Siria-Palestina a la región, apelativos de los dos enemigos tradicionales de los judíos.

A la caída del Imperio Romano de Occidente, el Imperio Bizantino o de Oriente se apoderó de Palestina y la retuvo hasta cerca del 634 d.C., fecha en que los ejércitos invasores musulmanes provenientes de Arabia la conquistaron.

Se piensa que el nombre «Palestina» deriva de la palabra plesheth, «raíz de palash», cocción ingerible que llevaban consigo las tribus migrantes, más tarde transformada en símbolo de los pueblos nómadas; o bien, del vocablo griego empleado para designar a los nómadas filisteos. El autor Tom Robbins propuso que la palabra «Palestina» tenía origen en el dios andrógino Pales adorado en la región de Canaán. De ser así, «Palestina» significaría «tierra de Pales».

El emperador Diocleciano (que reinó del 284 al 305 d.C.) dividió el Imperio romano en dos partes, el Imperio de Occidente, que controlaba Europa, y el Imperio de Oriente (más tarde conocido por Imperio bizantino), que administraba los asuntos del Oriente Próximo y por supuesto, dominaba Siria-Palestina. Cuando el emperador Constantino el Grande (que reinó del 306 al 337 d.C.) legitimó el cristianismo y lo transformó en religión de estado, Siria-Palestina pasó a ser una provincia cristiana y centro importante de la nueva fe.

El Imperio Romano de Occidente colapsó en el 476 d.C., pero el Imperio bizantino continuó sin confrontar fuertes desafíos hasta el siglo VII d.C., período en que el Islam surge en la región. En el 634 d.C. los ejércitos musulmanes árabes ocuparon Siria-Palestina y la renombraron Jund Filastin. Las iglesias pasaron a ser mezquitas, a partir de ese momento.

Los cristianos de Europa se referían a Siria-Palestina como la Tierra Santa y en 1096 d.C. enviaron la Primera Cruzada para arrebatarla a los musulmanes. A este empeño siguieron otros muchos apoyados por el Imperio bizantino durante el 1272 d.C., que tenían un terrible costo en vidas y propiedades sin que a la postre ganaran algo. El Imperio bizantino cayó en 1453 d.C., lo que trajo por consecuencia una sensible disminución de la influencia cristiana en la región y el sometimiento de Siria-Palestina al control de los Turcos Otomanos. La disputa por la región continuó durante las centurias siguientes, hasta que los británicos se involucraron en 1915 d.C. en el transcurso de la Primera Guerra Mundial, oportunidad en que las potencias occidentales diseñaron los primeros planes de partición del Oriente Próximo para satisfacer sus designios y provechos.

En el verano de 1914 estalló la Primera Guerra Mundial. El desencadenante fue el célebre asesinato en Sarajevo del heredero del Imperio Austrohúngaro, el archiduque Francisco Fernando, a manos de un nacionalista serbio.

De hecho, las principales potencias se habían ido preparando para la guerra mediante un sistema de alianzas. Por un lado, la Triple Alianza, que agrupaba al Imperio alemán, el Imperio austrohúngaro e Italia. Por el otro, la Triple Entente, formada por Gran Bretaña, Francia y Rusia. Los dos bandos de la guerra terminarían reflejando ambas uniones, con algunos cambios. Uno de ellos fue especialmente interesante: el Imperio Otomano, que controlaba la región de Siria-Palestina, acabaría sumándose al bando germano, enfrentado a la Triple Entente.

Para debilitar a su nuevo enemigo, los líderes británicos decidieron sabotear al Imperio Otomano desde dentro. Para ello, en 1915 contactaron con los líderes árabes de la región palestina, a los que les hicieron una jugosa oferta: ayuda en el sabotaje al Imperio Otomano a cambio de establecer una nación árabe en ese territorio al acabar la guerra.

Esta oferta se realizó mediante un intercambio epistolar entre el alto comisario británico en El Cairo, Henry McMahon, y el jerife de La Meca, Husayn ibn Ali, descendiente de Mahoma y máximo líder espiritual musulmán.

Lo interesante es que, sin que los árabes lo supieran, los británicos realizarían poco después una promesa similar a los judíos que residían en la zona. En la célebre Declaración Balfour (1917), el ministro de exteriores inglés había asegurado a Lord Rothschild, líder de la comunidad judía en Londres, que “el Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo”. Todo ello, obviamente, si los judíos residentes en Palestina ayudaban a los británicos contra los dominadores otomanos.

Ahora bien, dado que la población judía en Palestina era exigua, los británicos confiaron el sabotaje principalmente al pueblo árabe, que era el mayoritario en la región. Concretamente, el gobierno inglés envió a un arqueólogo especializado en Oriente Próximo a ayudar a los árabes en su revuelta contra el Imperio Otomano.

Este arqueólogo no era otro que T. E. Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia. Con el apoyo británico, los árabes, liderados por Faysal (hijo de Husayn) y Lawrence, causaron numerosos problemas al Imperio Otomano, que terminó solicitando el armisticio a las potencias aliadas en octubre de 1918.

Sin embargo, a pesar de la exitosa ayuda que tanto árabes como judíos prestaron a los británicos, ninguna de las dos comunidades obtuvo la nación independiente que los ingleses les habían prometido.

En 1917 se hizo público el Acuerdo Sykes-Picot, un pacto secreto firmado por los ministros de exteriores británico y francés que establecía que, al terminar la guerra, ambas naciones se repartirían Oriente Próximo. La publicación de este acuerdo también fue un duro mazazo para T. E. Lawrence. Impotente y abatido por las acusaciones de traición por parte de sus amigos árabes, acabaría abandonando su puesto y regresando a Inglaterra.

Finalmente, el Tratado de Sevrès, un acuerdo auxiliar al de Versalles firmado en 1920, ratificaría la desintegración del Imperio Otomano y el establecimiento en Oriente Próximo de una serie de nuevos países tutelados por Francia (El Líbano y Siria) y Gran Bretaña (Irak, Jordania y Egipto). En dicho tratado también se acordó el dominio militar británico en la región de Palestina, con el fin de poner paz en un territorio que pronto se convertiría en un polvorín.

Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, unos 150.000 judíos polacos escaparon a la Unión Soviética. En 1946, éstos comenzaron a ser repatriados a Polonia. Había razones suficientes para que los judíos no quisieran quedarse en este país, pero un incidente en particular los convenció de emigrar.

El 4 de julio de 1946 hubo un pogromo contra los judíos de Kielce y 41 personas murieron y 60 resultaron gravemente heridas. Para el invierno de 1946/1947, había alrededor de un cuarto de millón de desplazados en Europa.

Truman concedió relajar las leyes de inmigración en los Estados Unidos y llevó a miles de desplazados al país. Los inmigrantes prioritarios eran los niños huérfanos. En el transcurso de 1946 a 1950, más de 100.000 judíos emigraron a los Estados Unidos.

Abrumada por las presiones y opiniones internacionales, Gran Bretaña puso el asunto de Palestina en manos de las Naciones Unidas en febrero de 1947. En el otoño de 1947, la Asamblea General votó a favor de la partición de Siria-Palestina y la creación de dos estados independientes, uno judío y otro árabe. Inmediatamente, estalló la lucha entre judíos y árabes por Palestina.

El gobierno británico comenzó a enviar desplazados directamente a los campamentos en Chipre en agosto de 1946. Éstos pudieron entonces solicitar la inmigración legal a Siria-Palestina. El Ejército Real Británico dirigió los campamentos en la isla. Patrullas armadas custodiaban los perímetros para evitar fugas. Cincuenta y dos mil judíos fueron internados y nacieron 2.200 bebés en la isla de Chipre entre 1946 y 1949. Aproximadamente el 80 por ciento de los internos tenían entre 13 y 35 años. La organización judía era fuerte en el país y la educación y la capacitación laboral se impartían internamente.

Un cargamento de refugiados aumentó la preocupación por las personas desplazadas en todo el mundo. Los sobrevivientes judíos habían formado una organización llamada Brichah (vuelo) con el propósito de enviar inmigrantes a Siria-Palestina y la organización trasladó a 4.500 refugiados de campos de desplazados en Alemania a un puerto cerca de Marsella, Francia, en julio de 1947, donde abordaron el barco Éxodo.

El Éxodo partió del país, pero estaba siendo vigilado por la armada británica. Incluso antes de que entrara en las aguas territoriales de Siria-Palestina, los destructores obligaron al barco a llegar al puerto de Haifa. Los judíos resistieron y los británicos mataron a tres e hirieron a más con ametralladoras y gases lacrimógenos.

Los británicos, finalmente, obligaron a los pasajeros a desembarcar y los colocaron en barcos británicos, no para su deportación a Chipre, como era la política habitual, sino a Francia. Querían presionar a los franceses para que asumieran la responsabilidad de los 4.500 judíos.

El Éxodo permaneció en el puerto francés durante un mes, ya que los franceses se negaron a obligar a los refugiados a desembarcar, pero ofrecieron asilo a quienes deseaban irse voluntariamente. Ninguno de ellos lo hizo. En un intento por obligar a los judíos a abandonar el barco, los británicos anunciaron que los llevarían de vuelta a Alemania.

Aún así, nadie desembarcó porque querían ir a Israel. Cuando el barco llegó a Hamburgo, Alemania, en septiembre de 1947, los soldados sacaron a rastras a cada pasajero. Truman y gran parte del mundo observaron y supieron que era necesario establecer un estado judío.

En 1947 la Organización de las Naciones Unidas creó un plan para dividir el Mandato de Palestina en dos territorios que alojarían a un estado judío (Israel) y un estado árabe. Jerusalén, la ciudad sagrada del judaísmo, el cristianismo y el islam quedaría bajo un sistema de control internacional.

El término Cisjordania es un neolatinismo que se arraigó durante el periodo en que el territorio estuvo ocupado por Jordania (1948-1967). Antes, la denominación tradicional era Judea y Samaria. La denominación Cisjordania se extendió a partir de 1950 como concepto geopolítico que permitía diferenciarlo de Transjordania («más allá del Jordán»), es decir, la actual Jordania.

El 14 de mayo de 1948 el gobierno británico abandonó Siria-Palestina y el mismo día se proclamó el Estado de Israel. Estados Unidos fue el primer país en reconocer al nuevo Estado. La inmigración legal comenzó en serio, a pesar de que el parlamento israelí, la Knesset, no aprobó la «Ley de Retorno» (que permite a cualquier judío emigrar a Israel y convertirse en ciudadano) hasta julio de 1950.

La inmigración a Israel aumentó rápidamente, a pesar de la guerra contra los vecinos árabes hostiles. El 15 de mayo de 1948, el primer día del estado israelí, llegaron 1.700 inmigrantes. Hubo un promedio de 13.500 cada mes desde mayo hasta diciembre de 1948, superando con creces la migración legal previa aprobada por los británicos de 1.500 por mes.

En 1949, el recién creado Estado de Israel firmó una serie de treguas con los países árabes que le habían declarado la guerra. En virtud de los acuerdos de 1949, la Franja de Gaza quedó bajo control de Egipto.

En octubre de 1956, pocos meses después de que el presidente egipcio nacionalizara la vía navegable del Canal de Suez, lo que cortó el paso a Israel, el país invadió la península del Sinaí y la Franja de Gaza. En noviembre de ese año, las Naciones Unidas pidieron al Reino Unido, Francia e Israel que retiraran sus tropas de Egipto.

En enero de 1957, Israel se retiró del territorio egipcio, excepto de la Franja de Gaza y la zona del golfo de Áqaba, con el argumento de que la Franja de Gaza nunca perteneció a Egipto.

En junio de 1967, durante la guerra árabe-israelí, Israel tomó el control de la Franja de Gaza y la península del Sinaí.

En el Yom Kippur de octubre de 1973, fuerzas invasoras de Egipto y Siria intentaron persuadir a Israel para que negociara mejores condiciones para los países árabes. Casi 2700 soldados israelíes murieron en la guerra de 19 días y miles resultaron heridos de una población de unos tres millones de habitantes en aquel momento.

El 26 de marzo de 1979, Egipto e Israel firmaron en la Casa Blanca un tratado de paz que supuso la retirada completa de Israel de la península del Sinaí. Los dos países acordaron el marco de un acuerdo para permitir el autogobierno de los palestinos que vivían en los territorios ocupados. Tres años después, el presidente estadounidense Ronald Reagan expresó su apoyo a su plena autonomía con cierta supervisión jordana, pero Israel rechazó el plan.

En diciembre de 1987, los palestinos de Cisjordania y Gaza iniciaron la primera intifada contra Israel. Miembros de los Hermanos Musulmanes fundaron la organización terrorista Hamás.

En 1993, Arafat firmó los acuerdos de Oslo con Israel y se comprometió a negociar el fin del conflicto sobre la base de una solución de dos Estados. Hamás, que se oponía al acuerdo, lanzó una serie de atentados suicidas en Israel.

En 1997, dos atentados suicidas mataron a 27 personas, y el primer ministro de Israel, Shimon Peres, dijo que libraría una guerra incesante contra Hamás.

En septiembre de 2000, pocos meses después de que las negociaciones entre Israel y Palestina llegaran a un punto muerto en Camp David, comenzó la segunda intifada, en la que jóvenes palestinos lanzaron piedras contra la policía israelí. El apoyo a Hamás siguió creciendo dentro de Palestina por su disposición a luchar contra Israel.

En enero de 2006, aproximadamente un año después de la muerte del líder palestino Yasir Arafat, cofundador de la organización paramilitar Fatah, Hamás ganó las elecciones parlamentarias palestinas. Un año después, Hamás tomó el control de Gaza, desbancando a las fuerzas de Fatah. Es decir, los palestinos de Gaza decidieron que su parte de Palestina fuera gobernada por una organización terrorista, según se vio por el resultado de las elecciones. Por contrapartida, Cisjordania (la otra Palestina) siguió gobernada por el llamado Estado Palestino.

En respuesta al lanzamiento de cohetes desde Gaza, Israel lanzó un ataque contra objetivos de Hamás en diciembre de 2008 en el que murieron 200 palestinos. Poco después, iniciaron una guerra terrestre contra Hamás. En total, murieron 1200 palestinos y 13 israelíes.

En enero de 2009, Israel y grupos palestinos declararon un alto el fuego unilateral, después Israel se retiró de Gaza y se replegó en el perímetro de la franja.

En noviembre de 2012, Israel mató a Ahmed al Yabari, jefe militar de la organización terrorista Hamás, lo que desencadenó más de una semana de intercambio de disparos en el que murieron más de 150 palestinos y al menos seis israelíes.

En 2014, Hamás secuestró y mató a tres adolescentes israelíes, lo que provocó ataques de Israel, y lanzamientos de cohetes desde Gaza, en un conflicto en el que murieron más de 1881 palestinos y más de 60 israelíes.

En 2018, al menos 170 palestinos murieron durante la respuesta de Israel a las protestas a lo largo de la valla de barrera que separa Gaza de Israel.

En octubre de 2023, la organización terrorista Hamás decidió entrar por mar, tierra y aire a Israel. Se dispararon al menos 2200 cohetes desde Gaza que mataron a cientos de civiles israelíes. Los militantes armados de Hamás​ capturaron un gran número de rehenes, tras sucesivas razias en el sur de Israel, incluido mujeres, ancianos, niños y bebés. Jóvenes de distintas nacionalidades fueron asesinados a sangre fría por la organización terrorista Hamás, que a su vez entraron a varios kibutz degollando a más de 40 bebés.

La respuesta de Israel no se hizo esperar. Y a día de hoy Israel quiere arrasar la franja de Gaza para escarmentar a la población palestina, que sigue ocultando a los líderes de Hamás en sus casas. Es por eso que Hamás no quiere que la población de Gaza emigre hacia Egipto. Egipto, por su parte, no quiere abrir las fronteras porque teme que pueda haber cientos de milicianos de Hamás escondidos, lo que implicaría que el terrorismo invadiría su país. Y cabe recordar que Egipto vive del turismo.

Hézbola, la organización terrorista de Irán, es quien financia el armamento de Hamás. Después de la proclamación de la Yihad de la ira el viernes 13 de octubre de 2023, se teme que se produzca una escalada bélica con los países árabes limítrofes a Palestina: Líbano, Siria, Egipto, Jordania, Irán e Irak. Israel insiste en su entrada por tierra a Gaza para, de esa forma, intentar amedentrar a estos países de lo que podría ocurrirles si hacen lo mismo que ha hecho Hamás al matar a los suyos.

La ayuda externa total que recibió Palestina de distintos agentes de la comunidad internacional durante la última década, dividida entre apoyos presupuestarios al gobierno y ayuda humanitaria, asciende a una media anual de casi 2.000 millones de euros aproximadamente, según Cooperación Española. De esta suma, más de la mitad (1.200 millones) es aportada por los socios europeos para el desarrollo (la Unión Europea, sus Estados miembros, Noruega, Suiza y el Reino Unido), según el Parlamento Europeo.

Según la OCDE, el total bruto recibido por Palestina en concepto de ayuda oficial al desarrollo ascendió a 2.171 millones de euros en 2019, 1.925 millones en 2020 y 2.047 millones en 2021, último dato disponible en la serie histórica. El agente internacional que más dinero aportó en 2021 fue la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos, UNRWA por sus siglas en inglés, seguida de Catar, Alemania y la Unión Europea.

Es decir, la Palestina de Gaza ha estado viviendo de las ayudas europeas durante décadas, estableciéndose además 706 escuelas y 140 centros sanitarios, dado que la población de Gaza no trabaja. Es más, tanto agua, como luz, combustible y otros enseres eran proporcionados por Israel, de forma gratuita que, ante el conflicto actual, ha cortado los suministros.

Para finalizar este artículo, hago una pregunta en voz alta. ¿Por qué la Palestina de Cisjordania no se hace cargo de los suyos en Gaza?

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