Aquí incluyo la cruz relicario del monasterio de Engelberg, en Suiza, de connotaciones alquímicas y cristianas. Este monasterio fue construido en el 1120 y es benedictino.
Adjunto, por otro lado, la cruz del Rosario Monumental de Puig i Cadafalch. El Rosario Monumental de Montserrat es un conjunto de obras escultóricas de signo religioso situadas en el camino que conduce del Monasterio de Montserrat a la Santa Cueva. Sin embargo, cuando uno ve esta cruz no deja de estar observando una cruz alquímica, hermetista, rosacruz, y por supuesto cristiana.
San Anselmo (1033-1109) fue un benedictino que creía que la fe debe preceder a la razón, como Agustín y la mayoría de los teólogos anteriores a él había creído, aunque él añadió la opinión de que la fe y la razón eran compatibles y fomentó este último en un contexto cristiano. Sus puntos de vista sentaron las bases para la explosión filosófica que habría de ocurrir. Pedro Abelardo continuó el trabajo de Anselmo, preparando los cimientos para la aceptación del pensamiento aristotélico antes de que las primeras obras de Aristóteles alcanzasen Occidente. Su principal influencia en la alquimia fue su creencia en que los universales platónicos no tenían una existencia separada fuera de la consciencia del hombre. Abelardo también sistematizó el análisis de las contradicciones filosóficas.
La receta del elíxir de la juventud se conoció gracias a un hallazgo arqueológico que documenta la tradición alquimista de Praga y a la que hoy se le reconocen efectos benéficos.
Fue descubierta durante la reconstrucción de una casa del barrio judío, en pleno centro histórico de la capital checa, cuyos orígenes se remontan al siglo IX y que se salvó de las ordenanzas de saneamiento dictadas por los ediles praguenses en el siglo XIX, así como de las riadas del verano de 2002.
Tras ser analizada por los monjes benedictinos del distrito de Rajhrad, que todavía hoy regentean una botica tradicional a base de hierbas medicinales y tratan de recuperar recetas olvidadas del Medievo, se establecieron sus 77 componentes, además del alcohol y el opio, en esa receta para la juventud eterna.
Y es que los monjes benedictinos siempre han sido alquimistas del alambique, siendo ellos los artífices de muchos de los mejores licores del mundo.
Los escritos atribuidos al monje benedictino Basilius Valentinas (siglo XIV o XV), de la Alta Alemania, muestran un aumento considerable de los conocimientos químicos. Basilius Valentinus fue honrado como oráculo por los alquimistas del siglo XV. Sus principales escritos fueron: «Triunfo del antimonio», «Acerca de la primitiva piedra de blanquear», «El descubrimiento de manipulaciones secretas», «Ultimo testamento» y «Últimos discursos». En ellos se explica la obtención del ácido sulfúrico.
En España, en la abadía de Samos, junto al río Oribio, los monjes benedictinos preparan desde hace siglos su famoso brebaje alquímico Licor Pax, que está a la venta para los viajeros.
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