La primera escuela pública fue abierta en Roma a mediados del siglo III a.C por Spurio Cavilio. El maestro era el litterator. En las escuelas grammaticus se aprendía el latín y el griego, ya que los romanos cultos eran bilingües. El horario escolar era de 6 horas. Desde los 12 años sólo los niños de clases más acomodadas seguían estudiando. La educación finalizaba a los 17 años, cuando el joven adquiría la toga viril y se presentaba públicamente en el foro. Luego podía comenzar su carrera militar.

Se utilizaban diversos soportes para escribir. Cartas, notas, textos escolares y otros documentos de extensión breve se escribían en tablillas de cera sobre soportes de madera. La palabra libro procede del latín liber, que hace referencia a la corteza de los árboles usada como soporte de la cera. También se usaron pieles de animales cosidas por el lomo para registros, actas y textos oficiales; aunque el libro por antonomasia siempre fue el papiro. Los tallos de la planta de papiro se prensaban y secaban hasta obtener unas tiras que, posteriormente, se trenzaban en forma de hojas. Al pegarse unas a otras se enrollaban formando cilindros de 7 u 8 metros de longitud. Cada rollo podía contener unas 20 o 30 páginas de un libro actual.

Para las copias de los libros se usaban copistas. Los costes de la edición de un libro corrían a cargo del editor. Y por supuesto se vendían en la taberna libraría.

En el año 39 a.C. se fundó la Atrium Libertus, la gran biblioteca romana, a cargo del historiador Asinio Polión. En el 28 a.C., junto al templo de Apolo, en el monte Palatino, César Augusto hizo construir la segunda biblioteca romana, la Palatina. En el 23 a.C. junto a las proximidades del pórtico de Octavia apareció la tercera biblioteca.

Eb el 112 d.C, Trajano construyó la biblioteca más grande (dos plantas) de Roma con 20.000 rollos.

Para que las bibliotecas no fueran de uso elitista, las siguientes se construyeron dentro de las termas públicas. La responsabilidad de organizar y trabajar en las bibliotecas corría a cargo de los procuratores bibliotecae Augusti, ciudadanos romanos.

Otros momentos de ocio lo representaban los dados, el tesserae, fabricados en hueso, metal o marfil. El fritilus, el cubilete, era precisamente para evitar trampas con dados trucados. El duocedim scripta o tablas reales era un juego similar al de la oca, donde las fichas se movían conforme a los números de los dados. Los tabulae lussoriae eran juegos de mesa más intelectuales.

Para el teatro, en el año III a.C. sólo existía la scaeana, es decir, la tribuna. Ya con Pompeyo, en el 55 a.C. se construyó el primer teatro pétreo. Con Augusto se edificó el teatro de Marcelo y el teatro de Balbo, junto al Tíber.

En la antigua Roma los lupanares o prostíbulos eran fáciles de identificar. Las prostitutas llevaban el pelo teñido de azul o naranja. Las scorta erratica eran las chicas que ejercían este oficio en la calle. Hacia los lupanares se iba siguiendo el rastro de unos penes modelados en el suelo o paredes.

Entre las clases medias estaba mal visto los burdeles, pues se suponían para la plebe. En esta mentalidad estaba permitida la homosexualidad si entre las clases altas, si el hombre gozaba y no hacía gozar con el sexo oral. El adulterio y la pedofilia se aceptaban con los esclavos y esclavas.

Hasta comienzos del siglo II a.C. no llegaron los médicos, siendo de condición griega la mayoría. Para evitar la intrusión de los charlatanes, se impuso el estudio de la profesión médica en la scola medicorum.

En el 219 a.C. surgió en Roma el primer consultorio médico, el de Arcágato. A mediados del siglo II d.C. se creó un sistema sanitario público y gratuito para romanos sin recursos.

En cuanto a los caminos, la Vía Apia es la más antigua, obra de Apio Claudio el Ciego en el 312 a.C. Fueron construidos por los legionarios. Consistían en terraplenes  o ager, con una zanja en la que se colocaba una capa gruesa de piedras, el statumen, de entre 25 y 60 centímetros. La forma era abombada para que el agua de la lluvia cayera hacia los lados.

Sobre el statumen se disponía una capa de arena y gravilla, el rudus. A continuación venía el nucleus, la capa de piedras trituradas y mezcladas con cal. Y por último teníamos el pavimentum, el conjunto de losas uniformes talladas. En los extremos teníamos los bordillos laterales estaban los crepidines, que eran de 45 y 60 centímetros de alto.

Para la señalización y balizamiento las calzadas se marcaban con miliarios, colocados cada mil pasos, es decir, cada 1.478 metros. Estos indicaban aparte el nombre de la calzada y quién la construyó.

Las postas se situaban cada 30 ó 40 kilómetros para contar con áreas de descanso. Como medio de transporte se disponía de la birota, carroza ligera de dos ruedas. La litera o sedaán se portaba con cuatro y ocho esclavos. La carruca fue un coche dormitorio para no hacer paradas.

El cursus publicus fue el sistema de correo con jinetes. El impuesto del munera publica hacía que los ciudadanos pudieron usar este servicio de forma gratuita. El cartero se identificaba por su casco alado de Mercurio.

Para la comunicación escrita hubo Acta diurni populi, o sea las actas de los senadores que se colocaban en distintos lugares del Foro.

Los diurnarii fueron los diarios colegiados. Se pagaba de dos a cuatro sertercios sobre cada copia del diario de no más de 20 páginas. Se pagaba 20 sestercios por libros de cuarenta páginas. Como había mucho analfabetismo en Roma existía la figura del pregonero de noticias, el praeco.

La religión romana contó con dos tipos de divinidades, las originales romanas y las nuevas divinidades adoptadas según se conquistaban otros países.

En época republicana hubo 235 fastos o laborables, y 109 días nefastos o festivos. Según la tradición Rómulo generó el primer calendario de diez meses lunares, de marzo a diciembre. Durante el reinado de Numa Pompilio se pasó de los 29 a los 31 días por mes. Desde mediados del siglo II a.C. y para contar con meses de preparación para guerras el año comenzó en enero (el dedicado al dios Jano). El total de días era de 355 días.

En tiempos de Julio César el calendario lunar contaba con un desfase de dos meses con respecto al año solar. En el año 46 a.C. se suman dos meses más, basándose en los cálculos de Sosígenes, y se establecen los 365 días. El calendario juliano, que contaba con un error de cálculo, no sería corregido hasta el año 1582 a instancias de Gregorio XIII.

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