El Himno a Atón se considera una obra magistral de la literatura religiosa. Este canto de amor y entusiasmo, el más vibrante que haya legado la literatura del Antiguo Egipto, fue compuesto por Akenatón, hacia 1360 a. C.

Se encontraron varias versiones parecidas en las sepulturas de los dignatarios de Akenatón, aunque el documento más completo, el llamado Gran Himno a Atón, procede de la tumba del faraón Ay, donde fue hallado por Urbain Bouriant.
Os voy a poner quién es Atón, a través de sus fragmentos de poesía, para que entendáis algo:

«Glorioso te alzas en el horizonte del cielo, oh Atón, viviente, creador de vida. Cuando apareces en el horizonte oriental llenas las tierras con toda tu belleza […] Cuando te pones por el horizonte occidental la tierra está oscura, como la muerte […] Tus rayos cubren los países hasta el confín de lo que creaste. Porque eres el Sol, los has conquistado hasta sus confines y los sujetas para tu Hijo al que amas. Por lejos que estés, tus rayos tocan la Tierra».

¿Sabéis entonces a quién se refiere Akenatón al referirse al disco viviente? Por supuesto, al Sol, a la figura de Atón, ya que este faraón adoptó su nombre, cuando en realidad era Amenofis IV.

Esta estela de Amarna (la de este artículo) muestra a Akhenatón y Nefertiti jugando de un modo distendido con sus hijas. Se encuentra en el Museo Egipcio de Berlín.

Pero es que hay estelas de Akenatón en varios museos y en Amarna. Estelas que son confundidas por los ignorantes conspiranoicos en platillos volantes, porque ni siquiera han tenido la decencia de investigar sobre el culto a Atón.

Lo más gracioso es que el llamado Salmo 104 de la Biblia, el que supuestamente estuvo escrito por el rey David, está inspirado en el Glorioso Himno a Atón. Copiones…

CC BY 4.0 Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.