¿QUIÉN QUEMÓ LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRIA?

Según lo manifiesta el obispo griego san Ireneo (c.130-c.208), Ptolomeo fundó en Alejandría, en el barrio del Bruquión, cerca del puerto, la que sería conocida como la Biblioteca-Madre, y ordenó la construcción del Faro, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Su hijo, Ptolomeo II Filadelfos (‘Amigo como Hermano’), llevó a cabo el proyecto de su padre construyendo el Faro y el Museo, este último considerado como la primera universidad del mundo en su sentido moderno, y además compró las bibliotecas de Aristóteles y Teofrasto, reuniendo 400.000 libros múltiples (symoniguís) y 90.000 simples (amiguís), como lo asevera el filólogo bizantino Juan Tzetzes (c.1110-c.1180) basado en una ‘Carta de Aristeas a Filócrates’ que data del siglo II a.C.

Por entonces los manuscritos se escribían sobre láminas de papiros, un vegetal muy abundante en Egipto, que crece en las adyacencias del Nilo. Según nos informa Plinio el Viejo (23-79) en su Historia Natural, a causa de la rivalidad de la Biblioteca de Pérgamo con la Biblioteca de Alejandría, Ptolomeo Filadelfos prohibió la exportación de papiro; en consecuencia, en Pérgamo se inventó el pergamino; éste se conseguía preparando la piel de cordero, de asno, de potro y de becerro, y cuando más lisa y suave fuera la piel que se utilizaba, más se la apreciaba. El pergamino era más resistente que la hoja de papiro y además ofrecía la ventaja de que se podía escribir sobre ambos lados.

Ptolomeo III Everguétis (el ‘Benefactor’) será el fundador de la Biblioteca-hija en el Serapeum (templo dedicado a Serapis, una divinidad que deriva de la unión de Osiris y Apis identificada con Dionisos), en la Acrópolis de la colina de Rhakotis, que sumará 700.000 libros, según el escritor latino Aulio Gelio (c.123-c.165). Esta finalmente reemplazará a la Biblioteca-madre a fines del siglo I a.C., luego del incendio provocado durante las luchas entre los legionarios de Julio César y las fuerzas ptolemaicas de Aquilas, entre agosto del 48 y enero del 47 a.C. en el puerto de Alejandría.

Durante el siglo IV d.C., luego de la proclamación del cristianismo como la religión oficial del imperio romano, la seguridad de los santuarios griegos comenzó a ser amenazada. Los viejos cristianos de la Tebaida y los prosélitos odiaban la Biblioteca porque ésta era, a sus ojos, la ciudadela de la incredulidad, el último reducto de las ciencias paganas. Por esa época parecía impensable que un siglo antes allí hubiera estudiado y formado cientos de discípulos un filósofo como Plotino (205-270), fundador del neoplatonismo.

La situación se tornó particularmente crítica durante el reinado de Teodosio I (375-395), el emperador que no aceptó tomar el título pagano de pontífice máximo y que trató de acabar con la herejía y el paganismo. Por orden de Teófilo, obispo monofisita de Alejandría, que había peticionado y conseguido un decreto imperial, el Serapeum, el complejo que contenía la preciosa biblioteca y otras dependencias fueron destruidos y saqueados. «Tras el edicto del emperador Teodosio I en el año 391, mandando cerrar los templos paganos, esta magnífica Biblioteca-hija pereció a manos de los cristianos en el 391, fecha de la violenta destrucción e incendio del Serapeum alejandrino; las llamas arrasaron allí la última y fabulosa biblioteca de la Antigüedad. Según las Crónicas Alejandrinas, un manuscrito del siglo V, fue el patriarca monofisita de Alejandría, Teófilo (385-412), conocido por su fanático fervor en la demolición de templos paganos, el destructor violento del Serapeum» (Pablo de Jevenois: «El fin de la Gran Biblioteca de Alejandría. La leyenda imposible», en Revista de Arqueología, Madrid, 2000, p. 37).

El renombrado historiador y teólogo visigodo Paulo Orosio (m. 418 d.C.), discípulo de san Agustín, en su Historia contra los paganos, certifica que la biblioteca alejandrina no existía en 415 d.C.: «Sus armarios vacíos de libros… fueron saqueados por hombres de nuestro tiempo».

Su desaparición significó la pérdida de aproximadamente el 80% de la ciencia y la civilización griegas, además de legados importantísimos de culturas asiáticas y africanas, lo cual se tradujo en el estancamiento del progreso científico durante más de cuatrocientos años, hasta que felizmente sería reactivado durante la Edad de Oro del Islam (siglos IX-XII) por sabios de la talla de ar-Razi, al-Battani, al-Farabi, Avicena, al-Biruni, al-Haytham, Averroes y tantos otros.

A pesar de que hoy en día se sabe, casi con seguridad, que fueron los cristianos quieren quemaron la Biblioteca de Alejandría, muchos han dado por cierta la historia de que fueron los musulmanes quienes la hicieron arder. Aunque ya se sabe a ciencia cierta que cuando estos llegaron, la Biblioteca de Alejandría hacía mucho tiempo que había desaparecido.

Por culpa de los cristianos, el saber de la Humanidad, aquellos miles de legados antiguos, se perdieron irremediablemente.

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3 comentarios

  1. ..LAMENTABLE Y SACRILEGA DESTRUCCION CRISTIANA...

    3 septiembre, 2018 a las 19:33

    ….LAMENTABLE Y MALEVOLA, PROPIA DE LA IGNORANTE Y FANATICA ACCCION DE LOS CRISTIANOS..OBVIO,NO DE TODOS,PERO SI YA DEMASIADOS////

  2. Víctor Barrantes

    23 abril, 2019 a las 19:38

    Lo mismo hicieron en el nuevo mundo con las bibliotecas mayas y sus irreparables códices.
    La tónica siempre ha sido mantener a la humanidad en la ignorancia para su eficaz manipulación.

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